"Los hospitales deberían servir también para que la gente se enferme menos" | Entrevista a Gary Cohen, fundador de Salud sin Daño

22 de noviembre de 2009, Clarín (Argentina)
Por Fabián Bosoer

Las instituciones médicas pueden enseñar prevención, procesar bien sus desechos y hasta eliminar el mercurio de sus termómetros. También, trabajar con la comunidad para mejorar el ambiente y ampliar la idea de salud.

Este experto en temas internacionales de salud y ambiente conoce en profundidad el sistema de salud norteamericano y es un militante en la pelea para que la reforma que se está discutiendo en los EE. UU. incluya las cuestiones ambientales. Recorrió el mundo difundiendo estos principios, promoviendo acciones concretas que puedan llevar adelante estas ideas. Comenzó hace quince años en su país y hoy la ONG que fundó y preside, "Salud sin Daño", está en más de 50 países. En la Argentina, sus estudios sobre el impacto tóxico del mercurio llevaron a su eliminación en termómetros y otros instrumentos que se emplean en hospitales y clínicas. Gary Cohen, formado en filosofía en la Universidad de Clark, Boston, dice que "si la población y el gobierno argentino entendieran que la fiebre del dengue también está ligada al cambio climático, cambiaría el modo de enfrentar sus efectos y sus causas". Y explica: en todo el planeta los niños tienen el derecho a nacer libres de tóxicos en su cuerpo. El derecho a un medio ambiente saludable es un derecho fundamental del siglo XXI.

Frente a tantas evidencias de los estragos causados por la contaminación, ¿qué podemos hacer para proteger mejor nuestra salud?

Antes pensábamos que el medio ambiente y la salud eran cosas independientes. Pero son una misma cosa. Es imposible tener a gente sana en un planeta enfermo; es imposible curar a los enfermos con hospitales que están ya ellos mismos enfermos. Quien necesita entender esto primero es el sector de la salud, ya que es su función curar a las personas. Si están contaminando, tenemos una enorme contradicción. Y no sólo tienen que entenderlo sino que deben enmendarse, empezando por limpiar su propia casa, los hospitales y las clínicas. Esto significa, entre otras cosas, no quemar desechos médicos, no usar mercurio, usar jeringas más seguras, construir edificios que sean más saludables.

En pleno debate sobre la reforma del sistema de salud en su país, ¿cuál es el trasfondo de lo que está en juego, desde su punto de vista?

Mire, Estados Unidos gasta más dinero en el cuidado de la salud que cualquier otra nación de la Tierra, pero la salud de su población se ubica debajo de la de otros once países industrializados. Las enfermedades crónicas como cáncer, trastornos del aprendizaje, obesidad, diabetes, asma e infertilidad están en aumento. En EE. UU., uno de cada dos hombres tiene probabilidades de desarrollar un cáncer, mientras que para las mujeres es de una cada tres. El cáncer de mama ahora afecta a una de cada siete mujeres. Y todo el sector del cuidado de la salud aún está orientado al manejo de las enfermedades crónicas en lugar de a su prevención. En EE. UU sólo el 4% de los gastos totales de salud están orientados a la prevención. Como sociedad, no ponemos foco en la relación entre el ambiente y aparición de enfermedades crónicas, a pesar de que se sabe que estos vínculos se están haciendo cada vez más fuertes.

¿Es un problema de intereses económicos o hay además un factor cultural en juego?

Una de las razones importantes por la que no estamos enfocados en la prevención es que hay empresas poderosas en el sector salud que se benefician del tratamiento de la enfermedad con tecnologías y drogas caras, en lugar de su prevención. Así que la financiación del cuidado de la salud es un problema importante. Pero otro motivo es que los médicos y las enfermeras no están capacitados para comprender estos vínculos. En EE. UU. tenemos muchas enfermeras y otros trabajadores en los hospitales que están, ellos mismos, enfermos de asma. Las probabilidades más altas de que un adulto que está en un lugar de trabajo contraiga asma se dan en los hospitales. Algo parecido ocurre en cuanto a la energía y el clima. Hay una conexión directa entre el uso de centrales térmicas a carbón y otros combustibles fósiles con impactos en la salud. Los hospitales utilizan grandes cantidades de energía, que contribuye a más calentamiento global y también a más enfermedad.

¿De qué manera se propagan las enfermedades por la contaminación con sustancias tóxicas?

Hay cada vez más pruebas de las conexiones entre el cáncer y las sustancias químicas, con la infertilidad, y la salud reproductiva del hombre y de la mujer, debido a sustancias químicas tóxicas. Hay conexiones entre los problemas de aprendizaje y las sustancias químicas tóxicas. Y hay incluso conexiones con enfermedades de la vejez, como el mal de Alzheimer, el Parkinson y otras enfermedades autoinmunes. La exposición que tienen los niños en el vientre materno y en el primer par de años de vida es el período más importante, debido a que en el feto en desarrollo y en el niño en desarrollo, son muchos los sistemas del cuerpo que se están desarrollando. O sea que insertar una sustancia química en ese proceso de desarrollo puede comprometer a los genes y las hormonas en formas que impactarán más tarde en la vida.

¿Y el cambio climático? ¿Cuál es su incidencia directa?

Deberíamos experimentar el cambio climático también como una crisis de la salud pública. Por ejemplo, Argentina, en este momento, está teniendo la fiebre del dengue. La propagación de la fiebre del dengue está directamente relacionada con el cambio climático. Porque a medida que hace más calor, los mosquitos pueden llegar a mayores alturas. Otro ejemplo: hace 25 años, la malaria se daba en una elevación de 100 metros, ahora se da a 213 metros de altura. Malaria, fiebre del dengue, virus del Nilo occidental, todas esas enfermedades infecciosas se están propagando. A medida que las temperaturas suben, la contaminación del aire en ciudades como ésta y otras mega-ciudades del mundo va a ser mucho más severa. Los problemas de asma van a aumentar. Problemas como lo que llamamos "golpe de calor" aumentan. Y hay más: la dioxina, que se forma cuando se queman plásticos clorados (PVC y otros tratados con cloro), produce cáncer, problemas de aprendizaje, endometriosis e infertilidad. Y también está relacionada con muchas otras enfermedades.

¿No hay conciencia de las consecuencias de esa contaminación?

En este momento, el Banco Mundial nos está diciendo que debido a la construcción de incineradores en China, las emisiones de dioxina a nivel global pueden duplicarse. O sea que es un problema no sólo referido a un país en particular sino global. Lo mismo ocurre con el mercurio: hay una relación directa entre la cantidad de mercurio a la que están expuestos los niños y los problemas neurológicos. Y la razón por la cual en EE. UU. conseguimos que el sector de la salud eliminara el mercurio fue que el Center For Disease Control, la gran organización de salud en el país, dijo que ya había suficiente mercurio en los bebés cuando nacían como para causar potencialmente problemas de aprendizaje.

En otras realidades, como las de los centros hospitalarios de los países latinoamericanos, ¿cómo pueden cambiar estas cosas cuando se está en la primera línea de la trinchera, enfrentando epidemias y cuadros extremos?

Ciertamente, la mayor causa de enfermedad es la pobreza. Y todo lo que acompaña a la pobreza: falta de agua limpia, de una vivienda adecuada, de aire puro. La gente más pobre en general trabaja en las peores condiciones y tiene una mayor exposición al medio ambiente. Pero también entendemos que los hospitales no sólo deben servir para atender las enfermedades; deben ayudar a que la gente se enferme menos, trabajando en prevención. Se pueden encontrar maneras de apoyar comunidades más saludables capaces de prevenir parte de la diabetes, de la tuberculosis, de las enfermedades a las que contribuyen las condiciones ambientales.

¿Qué tipo de iniciativas ayudarían a un cambio en esa dirección?

A veces, no cuestan mucho. No cuesta más procesar los desechos médicos de manera responsable que procesarlos quemándolos. Se puede evitar que los niños jueguen en medio de los desechos médicos, donde se pueden llegar a pinchar con agujas y otras exposiciones con más probabilidades de tener problemas de salud. No cuesta más eliminar el mercurio y de esa manera evitar que haya derrames de mercurio en los hospitales. En algunos lugares hay incluso un pensamiento más visionario. Encontramos un hospital en Colombia que, como no había agua potable para una aldea, y la gente se enfermaba debido a la falta de agua potable, ellos mismos empezaron a crear una instalación para dar agua potable y después se la ofrecieron a la comunidad. En otra comunidad vimos que habían instalado un molino de viento para dar electricidad al hospital, pero después sobraba energía del molino de viento y entonces dieron electricidad al pueblo. El hospital se convierte así en fuente de un proceso de curación más amplio antes que en una fuente de daño o un centro de emergencias. Con paneles solares, agua limpia; educando a la comunidad sobre cómo evitar las exposiciones ambientales o cómo tener una comida más saludable. En muchos sentidos, los adalides para esta tarea son las enfermeras, los médicos y la gente que trabaja en los hospitales.

 

Algo se espera de la Cumbre de Copenhague

¿Qué compromisos se pueden esperar en la próxima cumbre sobre cambio climático de Copenhague en materia de salud ambiental? Gary Cohen, que lidera la campaña internacional "Salud sin daño" y la ONG que lleva ese nombre, comenta: "Hasta ahora, el debate giró en torno de la economía principalmente: recursos para que los países en desarrollo resuelvan sus emisiones de carbono. Lo que estuvo ausente hasta ahora es el componente salud. Ahora estamos trabajando con la OMS, el Consejo Internacional de Enfermeras y la Asociación Médica Mundial para llevar este mensaje relativo a la salud a Copenhague. No tiene que ver solamente con grandes corporaciones que venden carbono y que los mercados lo hagan. Tiene que ver con la salud de la gente. Y creemos que habrá algunas medidas en cuanto a apoyar al sector de la salud para que se adapte a los problemas climáticos y también para mitigar; para que se desarrolle mayor resiliencia para enfrentar el futuro de la salud. A lo largo del siglo XXI necesitaremos que los sistemas de salud se vuelvan carbono-neutrales y resilientes. O sea que cuando hay por ejemplo cortes de luz, sus sistemas puedan seguir funcionado. Que no ocurra lo que vivimos en New Orleans con el huracán Katrina: los hospitales se quedaron sin electricidad, sin agua, sin ventanas, y no podían hacer nada. Copenhague es un impulso para una estrategia global de cuidado del ambiente y la salud de este otro modo".

 

Para leer la entrevista completa en el sitio web de Clarin.com, haga click aquí.