Sustancias químicas

Cada vez más investigaciones científicas elevan el nivel de preocupación acerca de los efectos en la salud causados por la exposición crónica a las sustancias químicas. Actualmente se sabe que:
  • Las sustancias químicas, incluso en pequeñas dosis, pueden provocar enfermedades, interferir con el desarrollo sexual, alterar el sistema hormonal y causar cáncer en muy bajos niveles
  • Tanto los niños y las niñas como los/as bebés en el vientre materno son quienes tienen mayor vulnerabilidad
  • En la leche materna y en la sangre del cordón umbilical entre el feto y la madre se han encontrado cientos de productos químicos sintéticos
  • En el organismo humano, las sustancias químicas pueden comportarse como fármacos, perturbando los sistemas, a bajos niveles de exposición y, potencialmente, causando daño cuando se combinan
Enfermedades relacionadas con las sustancias químicas

En las sociedades industrializadas, el aumento del uso de las sustancias químicas ha sido acompañado por el aumento de las enfermedades relacionadas con los mismos, entre las cuales se incluye cáncer, asma, defectos congénitos, discapacidades generadas durante el desarrollo, autismo, endometriosis e infertilidad.

La evidencia científica, cada vez mayor, vincula parcialmente la incidencia de estas enfermedades con sustancias tóxicas para el ambiente.

Sustancias químicas en el sector del cuidado de la salud

En las instituciones del cuidado de la salud, así como en otras instituciones, se utiliza un sorprendente número de materiales altamente tóxicos. Estos materiales producen efectos adversos en pacientes, en el personal y en la población en general.

Muchos de estos tóxicos están definidos y regulados por leyes nacionales, estaduales o locales. Otros son usados diariamente sin contar con ningún tipo de regulación. Entre ellos se pueden encontrar compuestos carcinógenos, materiales corrosivos, irritantes o que emiten otros tóxicos al ambiente en el transcurso de su producción, uso, almacenamiento, transporte o disposición.

La contaminación por mercurio representa un grave problema para la salud humana y ambiental, que causa una variedad de efectos adversos en todo el mundo.

En los establecimientos de salud, el mercurio puede ser liberado al ambiente desde termómetros, tensiómetros, dispositivos gastrointestinales y otros productos médicos que lo contienen. El mercurio también puede estar presente en fijadores, conservantes, químicos de laboratorio, limpiadores y otros productos de uso médico, que cuando son descartados como desechos, contribuyen a la contaminación ambiental. Más aún, muchos productos empleados en la construcción como termostatos, indicadores de presión e interruptores también contienen mercurio.

Los derrames de mercurio en hospitales, clínicas y laboratorios exponen al personal médico y de enfermería, a pacientes y a trabajadores y trabajadoras del cuidado de la salud al mercurio elemental. A temperatura ambiente, el mercurio elemental líquido se puede transformar en gas en cantidades significativas, exponiendo al personal de salud o pacientes del lugar a niveles potencialmente altos del metal.

Si se descarta entre los residuos comunes, el mercurio tarde o temprano llega al ambiente, donde los organismos que viven en ríos, lagos o en el suelo húmedo pueden transformarlo en el altamente tóxico mercurio orgánico. Este tipo de mercurio, que daña el sistema nervioso a niveles extraordinariamente bajos, persiste y se acumula en animales, peces y en el ambiente global.

El PVC (policloruro de vinilo), el plástico más utilizado en los productos de uso médico, puede ser peligroso para los y las pacientes, el ambiente y la salud pública. Como resultado de ello, existe una tendencia creciente a buscar alternativas al PVC para los elementos clínicos y otros productos, entre ellos ciertos materiales para la construcción.

El PVC utiliza sustancias químicas tóxicas y genera impactos ambientales negativos durante su producción, uso y disposición.

La fabricación de PVC insume grandes cantidades de cloro. Por su parte, la fabricación de cloro consume mucha energía, y algunas fábricas incluso utilizan materiales tóxicos como mercurio o amianto en sus procesos. Una vez obtenido el cloro, la siguiente etapa consiste en la producción de dicloroetileno, seguido de cloruro de vinilo, la base del PVC. Estos procesos generan dioxinas, sustancias altamente tóxicas que constituyen uno de los contaminantes orgánicos más persistentes conocidos por la ciencia. Se ha demostrado que tanto el cloruro de vinilo como las dioxinas son carcinogénicos humanos ciertos.

La fase de uso del PVC es la que implica el mayor riesgo directo para pacientes en los hospitales. 

En su forma pura, el PVC es rígido y quebradizo. Sólo puede utilizarse en productos de consumo masivo mediante el agregado de modificadores químicos, muchos de los cuales son peligrosos. El aditivo más común en los insumos médicos de PVC es un flexibilizante o plastificante denominado di(2-etilhexil) ftalato (DEHP, por su sigla en inglés).

El DEHP pertenece a un grupo de sustancias químicas denominadas ftalatos, cuyo uso está cada vez más restringido debido a sus efectos tóxicos. El DEHP puede migrar directamente hacia el cuerpo del paciente desde productos tales como los catéteres intravenosos. 

Con el objetivo de cumplir con las normas de seguridad contra incendios, se suelen agregar sustancias químicas que actúan como retardantes de llama a una amplia gama de productos como bombas IV (endovenosas), televisores, computadoras, camas de hospitales, sillas para las salas de espera y cortinas para los consultorios.
 

Lamentablemente, muchas de estas sustancias químicas retardantes de llama no quedan fijas en el producto que las contiene, sino que lentamente se filtran al aire, a las partículas de polvo y al agua, y terminan ingresando a los alimentos y a nuestros organismos.
 

La evidencia demuestra que un subconjunto de estas sustancias químicas conocidas como "retardantes de llama bromados" (BFRs) son propensas a bioacumularse en el ser humano, produciendo efectos adversos en la salud de niños y niñas.

En el sector de la salud, entre los productos que pueden llegar a contener retardantes de llama bromados se incluyen:

  • Colchones, almohadas de goma espuma y la ropa de cama en habitaciones de pacientes
  • Almohadones para sillones, pantallas para lámparas, cortinas para consultorios, cortinas en general y persianas
  • Equipos electrónicos como televisores, oxímetros de pulso, monitores, ventiladores o bombas IV; todos ellos probablemente contengan retardantes de llama bromados en sus cubiertas plásticas.
  • En las salas de enfermería pueden encontrarse retardantes de llama bromados en las computadoras, impresoras, faxes y fotocopiadoras, así como en los distintos muebles de oficina.
  • En los bares y comedores, pueden encontrarse tales sustancias en los hornos de microondas, heladeras y otros aparatos eléctricos.
  • En casi todas las áreas de un hospital, desde el área de despacho hasta el área de recepción de mercaderías, pasando por los quirófanos, puede encontrarse material de embalaje de goma espuma que puede contener estas sustancias.

Las computadoras, los televisores, los analizadores de laboratorio, los monitores y otros tipos de equipos empleados en los hospitales diariamente contienen muchas sustancias peligrosas (desde plomo en el tubo de rayos catódicos de los monitores hasta plásticos clorados en los cables, retardantes de llama bromados en placas de circuitos y mercurio en las pantallas de LCD). Estas sustancias peligrosas que se encuentran en los equipos electrónicos han sido relacionadas con problemas de salud como cáncer, malformaciones congénitas y alteraciones endócrinas.

La disposición inadecuada de equipos electrónicos representa una amenaza para la salud pública y el ambiente.

Cuando se incineran o se depositan en basurales o vertederos, pueden liberar al ambiente sustancias peligrosas que terminan contaminando el agua subterránea y el aire.
También es altamente preocupante la existencia de exportaciones de estos aparatos usados para que sean desarmados en los países en desarrollo, que están aún menos preparados para manejar estas sustancias tóxicas. En muchos casos, las exportaciones violan el derecho internacional así como legislaciones domésticas de los países importadores.

A pesar de su rol de promotores de la salud, los hospitales y otras instituciones de la salud utilizan un número sorprendente de productos químicos muy tóxicos en sus establecimientos, incluyendo plaguicidas, limpiadores, desinfectantes y fragancias químicas. Estos compuestos orgánicos volátiles (COVs) contribuyen a una mala calidad del aire interior, y están asociados a una gran cantidad de problemas de salud.


La Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA, por su sigla en inglés) estima que la contaminación del aire interior es uno de los cinco principales riesgos para la salud pública, causando potencialmente irritación de ojos, nariz, garganta; dolor de cabeza; pérdida de coordinación; náuseas; cáncer; y daño en el hígado, los riñones y en el sistema nervioso central.

Los y las pacientes son particularmente vulnerables a las amenazas de la calidad del aire interior, ya que –en muchos casos– tienen comprometido su sistema respiratorio, neurológico o inmunológico y/o tienen una mayor sensibilidad a los químicos.

 

Se ha identificado también un preocupante aumento en el número de problemas respiratorios entre el personal de salud.

Las grandes cantidades de productos farmacéuticos que terminan en la basura o en los cuerpos de agua son un problema ambiental serio.

El aumento de documentación sobre sus efectos en la salud a bajas dosis hace de los fármacos un área prioritaria desde la perspectiva ambiental.

Mientras que a los y las pacientes se les deberá permitir tener acceso al mejor tratamiento farmacéutico, debemos considerar a los mismos como TPBs (tóxicos, persistentes y biacumulativos) durante su desarrollo, producción, prescripción, compra, donación y disposición final. Nuestro objetivo colectivo debería ser proteger a las personas y el ambiente de la contaminación que estos productos químicos peligrosos pueden producir.

Durante todo su ciclo de vida, los materiales de construcción pueden liberar sustancias químicas tóxicas, lo que amenaza la salud de quienes habitan las construcciones y de la comunidad en los lugares donde se fabrican los materiales y se disponen. El enfoque sobre el impacto en la salud por los edificios es consistente con el principio esencial de los y las profesionales de la salud: primero no dañar.

¿Cómo transformamos esta problemática?

Las instituciones de salud tienen una responsabilidad ética especial de usar sustancias químicas que representen un menor riesgo para la salud humana.

Acceda a más información sobre algunos de los tóxicos presentes en el sector salud:

Sustancias químicas preocupantes para la salud y el ambiente

Documento elaborado por Salud sin Daño y PNUD

Información sobre mercurio

El problema del mercurio en el sector salud y alternativas seguras.

Información sobre PVC, ftalatos y dioxinas

El problema sobre el PVC, ftalatos y dioxinas en el sector salud

Información sobre retardantes de llama

https://saludsindanio.org/americalatina/temas/retardantes-de-llama

El problema de los retardantes de llama en el sector salud

Información sobre equipos electrónicos

El problema sobre los equipos electrónicos en el sector salud

Información sobre plaguicidas y limpiadores

El problema sobre los plaguicidas y limpiadores en el sector salud