Buenos Aires, 7 de enero de 2011 - El pasado 5 de diciembre, la periodista Florencia Ballarino del diario Perfil de Buenos Aires publicó una nota sobre el riesgo de las mamaderas de plástico que contienen la sustancia tóxica bisfenol A.
Desde el 1º de junio de 2011, la Unión Europea (UE) prohibirá la venta de mamaderas de plástico que lleven el componente bisfenol A (BPA) por sus posibles efectos perjudiciales para la salud. De esta forma, Europa se sumará a la lista de países que ya han legislado sobre el tema, como Canadá –el primero en calificar al BPA como sustancia tóxica–, Dinamarca, Suiza y algunos estados y ciudades de EE.UU. En la Argentina, los biberones que contienen este componente se siguen vendiendo en supermercados y farmacias, pero ante la consulta de PERFIL, fuentes de la Anmat indicaron que en 2011 se discutirá entre los países del Mercosur si se avanza o no en una prohibición, siguiendo las resoluciones de otras agencias sanitarias.
El BPA es una sustancia química que se utiliza en la producción de policarbonatos y de resinas epoxi. “Puede estar presente en mamaderas, ciertos envases y dispensers de agua. También en los barnices que recubren latas de conserva para alimentos. Los tuppers, en cambio, están hechos de polipropileno”, explicó el ingeniero Alejandro Ariosti, del INTI Plástico. Según el Código Alimentario Argentino, el policarbonato que está en contacto con los alimentos no debe liberar más de 3 miligramos de BPA por kilo para estar dentro del nivel de seguridad. “Nosotros hacemos los estudios, tanto en biberones cómo en barnices, de cuánto se libera de bisfenol A y sólo se aprueban si cumplen con la legislación”, sostuvo Ariosti.
Sin embargo, médicos e investigadores cuestionan los valores de BPA permitidos y aseguran que incluso a cantidades muy pequeñas el componente tiene efectos nocivos para la salud. “El BPA es un disruptor endócrino; esto quiere decir que actúa activando o sumprimiendo la acción endocrinológica de las hormonas. Así, puede interferir con el normal desarrollo, fundamentalmente del cerebro”, advirtió Lilian Corra, presidente de la Asociación Argentina de Médicos por el Medio Ambiente. “La toxicidad es independiente de la dosis, importa el momento de la exposición y las características que tiene el químico. Hoy sabemos que exponerse al BPA en el momento temprano del desarrollo podría producir enfermedades en la tercera edad”, agregó.
Diversos estudios hechos en animales, entre ellos uno del Laboratorio de Endocrinología y Tumores Hormonodependientes de la Universidad Nacional del Litoral, demostraron que en grupos más vulnerables, como los bebés, niños y mujeres embarazadas, el bisfenol A puede causar enfermedades como la diabetes, el hipotiroidismo, cáncer de próstata y mama.
En estos trabajos se basaron expertos de 27 países de la UE, en el marco del Comité Permanente para la Cadena Alimentaria y la Salud Animal, para prohibir la fabricación y venta de este componente del plástico para mamaderas a partir de 2011. El anuncio –que aún no fue reglamentado– sorprendió porque llegó casi dos meses después de que la Autoridad Europea para la Seguridad Alimentaria (AESA) aconsejara que no había razón para modificar las dosis máximas de BPA tolerables para el organismo.
El anuncio de la UE no encontró desprevenidas a las empresas fabricantes de mamaderas de plástico. Chicco Argentina sostuvo que “en conocimiento de la directiva emitida por la AESA, y alineada con su casa matriz de Italia, observa y respeta todas las normas y sus alcances emitidas por dicha entidad y sus organismos asociados”. Por su parte, Eduardo Gutiérrez, gerente de Marketing de la categoría Cuidado Personal de Philiph Avent, aseguró que “desde febrero de 2010 la compañía sólo fabrica productos libres de bisfenol A y utiliza otros copmpuestos como el polipropileno y el polietersulfona para la producción de sus mamaderas”. Sin embargo, PERFIL observó que las mamaderas con y sin bisfenol conviven en las góndolas de farmacias y supemercados.
Para Corra, el bisfenol A no debería existir en los biberones ni botellas de plástico. “Se necesita una ley que definitivamente controle el contenido de estas sustancias. La industria química debe revisar los límites de toxicidad y asegurar a la gente que los límites que ellos llaman ‘seguros’ no son para intoxicación aguda sino seguros para el desarrollo”. La experta recomendó el uso de mamaderas y elementos de vidrio tanto en hospitales como en los hogares. De hecho, una campaña de la ONG Salud sin Daño busca que los centros de salud reemplacen los biberones de plástico por otros de vidrios. “Hay que trabajar sobre el principio precautorio. Si algo es potencialmente dañino, hay que evitarlo y no esperar el día que se compruebe que impactó en forma negativa en la vida de miles de personas”, concluyó Corra.
¿Hay que volver al vidrio?
En el marco de la campaña para reducir el uso de sustancias peligrosas en las instituciones sanitarias, que lleva a cabo la ONG Salud sin Daño, cuatro hospitales –tres de la Ciudad de Buenos Aires y uno de la provincia– ya cambiaron las mamaderas de plástico por otras de vidrio.
En 2008, el Hospital Rivadavia fue el primero en convertirse en un “hospital saludable” para los pacientes y el personal que trabaja allí. La iniciativa comenzó con la eliminación de los termómetros y tensiómetros que contienen mercurio y luego con el reemplazo gradual de los biberones de policarbonato. Este año, además, se sumaron a la campaña el Hospital Fernández, el Garrahan y el Austral.
“La idea es que de a poco todos los hospitales vayan adoptando este camino. El bisfenol A es un disruptor hormonal y su exposición a edades tempranas puede causar problemas en la adultez. Si se elimina este tóxico, estamos mejorando la salud”, manifestó María Della Rodolfa, responsable de Programas de Salud sin Daño.
Sin embargo, médicos e investigadores cuestionan los valores de BPA permitidos y aseguran que incluso a cantidades muy pequeñas el componente tiene efectos nocivos para la salud. “El BPA es un disruptor endócrino; esto quiere decir que actúa activando o sumprimiendo la acción endocrinológica de las hormonas. Así, puede interferir con el normal desarrollo, fundamentalmente del cerebro”, advirtió Lilian Corra, presidente de la Asociación Argentina de Médicos por el Medio Ambiente. “La toxicidad es independiente de la dosis, importa el momento de la exposición y las características que tiene el químico. Hoy sabemos que exponerse al BPA en el momento temprano del desarrollo podría producir enfermedades en la tercera edad”, agregó.
Diversos estudios hechos en animales, entre ellos uno del Laboratorio de Endocrinología y Tumores Hormonodependientes de la Universidad Nacional del Litoral, demostraron que en grupos más vulnerables, como los bebés, niños y mujeres embarazadas, el bisfenol A puede causar enfermedades como la diabetes, el hipotiroidismo, cáncer de próstata y mama.
En estos trabajos se basaron expertos de 27 países de la UE, en el marco del Comité Permanente para la Cadena Alimentaria y la Salud Animal, para prohibir la fabricación y venta de este componente del plástico para mamaderas a partir de 2011. El anuncio –que aún no fue reglamentado– sorprendió porque llegó casi dos meses después de que la Autoridad Europea para la Seguridad Alimentaria (AESA) aconsejara que no había razón para modificar las dosis máximas de BPA tolerables para el organismo.
El anuncio de la UE no encontró desprevenidas a las empresas fabricantes de mamaderas de plástico. Chicco Argentina sostuvo que “en conocimiento de la directiva emitida por la AESA, y alineada con su casa matriz de Italia, observa y respeta todas las normas y sus alcances emitidas por dicha entidad y sus organismos asociados”. Por su parte, Eduardo Gutiérrez, gerente de Marketing de la categoría Cuidado Personal de Philiph Avent, aseguró que “desde febrero de 2010 la compañía sólo fabrica productos libres de bisfenol A y utiliza otros copmpuestos como el polipropileno y el polietersulfona para la producción de sus mamaderas”. Sin embargo, PERFIL observó que las mamaderas con y sin bisfenol conviven en las góndolas de farmacias y supemercados.
Para Corra, el bisfenol A no debería existir en los biberones ni botellas de plástico. “Se necesita una ley que definitivamente controle el contenido de estas sustancias. La industria química debe revisar los límites de toxicidad y asegurar a la gente que los límites que ellos llaman ‘seguros’ no son para intoxicación aguda sino seguros para el desarrollo”. La experta recomendó el uso de mamaderas y elementos de vidrio tanto en hospitales como en los hogares. De hecho, una campaña de la ONG Salud sin Daño busca que los centros de salud reemplacen los biberones de plástico por otros de vidrios. “Hay que trabajar sobre el principio precautorio. Si algo es potencialmente dañino, hay que evitarlo y no esperar el día que se compruebe que impactó en forma negativa en la vida de miles de personas”, concluyó Corra.
¿Hay que volver al vidrio?
En el marco de la campaña para reducir el uso de sustancias peligrosas en las instituciones sanitarias, que lleva a cabo la ONG Salud sin Daño, cuatro hospitales –tres de la Ciudad de Buenos Aires y uno de la provincia– ya cambiaron las mamaderas de plástico por otras de vidrio.
En 2008, el Hospital Rivadavia fue el primero en convertirse en un “hospital saludable” para los pacientes y el personal que trabaja allí. La iniciativa comenzó con la eliminación de los termómetros y tensiómetros que contienen mercurio y luego con el reemplazo gradual de los biberones de policarbonato. Este año, además, se sumaron a la campaña el Hospital Fernández, el Garrahan y el Austral.
“La idea es que de a poco todos los hospitales vayan adoptando este camino. El bisfenol A es un disruptor hormonal y su exposición a edades tempranas puede causar problemas en la adultez. Si se elimina este tóxico, estamos mejorando la salud”, manifestó María Della Rodolfa, responsable de Programas de Salud sin Daño.