Cambio climático y fenómenos meteorológicos extremos: mayor riesgo para las mujeres
Para las mujeres, la probabilidad de morir durante eventos climáticos extremos es 14 veces mayor que la de los hombres. En Nueva Orleans, durante el huracán Katrina, la mayoría de las víctimas fueron mujeres afroamericanas con sus hijas e hijos. En un contexto de vulnerabilidad climática, las posibilidades de sobrevivir están condicionadas por cuestiones de género: durante el tsunami en Sri Lanka en 2004 –en el que murieron 35.000 personas-, muchos hombres lograron sobrevivir ya que desde niños se les había enseñado a nadar y subir a los árboles (a los niños, no a las niñas).
Estos datos se desprenden de estudios e informes elaborados por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Oxfam, ONU Mujeres y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), compilados en el documento Género y cambio climático en América Latina. Allí también se cita un estudio realizado por la London School of Economics, que analizó 141 eventos climáticos extremos ocurridos en diferentes países. La conclusión no sorprende: en aquellos lugares en donde los derechos económicos y sociales de las mujeres están desprotegidos, murieron más mujeres que hombres.
En la actualidad, el cambio climático es el principal problema ambiental que la humanidad debe enfrentar. Existe consenso científico respecto de sus consecuencias -que ya se observan en distintos lugares del mundo-, entre las que se incluyen una mayor frecuencia de olas de calor, huracanes más intensos, sequías prolongadas, inundaciones recurrentes, entre otras. A su vez, tal como lo asegura la Organización Mundial de la Salud, el cambio climático también influye en los determinantes sociales y medioambientales de la salud: aire limpio, agua potable, alimentos suficientes y una vivienda segura.
Mayor riesgo por ser mujer
Las condiciones económicas, sociales, políticas y culturales en las que se desarrolla la vida de las mujeres en todo el mundo determinan las posibilidades que tienen para hacerle frente al cambio climático, la mayor amenaza mundial de este siglo. El impacto del calentamiento global sobre las mujeres se puede observar de diferentes maneras: desde la capacidad real para sobrevivir a los eventos climáticos extremos, hasta la manera en que sus consecuencias influyen en el desarrollo social, económico y cultural de niñas y mujeres en todo el planeta. Por ejemplo, un reciente artículo del New York Times – que toma datos de una investigación de la Universidad de Monash en Australia- afirma que el cambio climático ha provocado un aumento en la cantidad de niñas que son obligadas a casarse en Bangladesh, algo que también se observa en países de África, como Mozambique.
Si bien la explicación acerca de la magnitud del impacto es multicausal, algunos datos socioeconómicos acerca de las condiciones de vida y trabajo de las mujeres ayudan a entenderlo: por ejemplo, quienes viven en localidades con mayor propensión al riesgo son, en su mayoría, mujeres. Ya en 2015, el Parlamento Europeo había difundido un informe en el que enumeraba ciertas características de las condiciones de vida de millones de mujeres en todo el mundo, con el objetivo de ayudar a comprender el vínculo entre género y cambio climático: mujeres que, en épocas de sequías, deben aumentar su carga de trabajo cotidiano para poder conseguir agua segura para sus familias; niñas que, ante eventos climáticos extremos, corren el riesgo de abandonar sus estudios y quedarse a trabajar en sus casas, y más.
En síntesis, la inequidad de género hace que las mujeres sean más vulnerables que los hombres ante el cambio climático. Al mismo tiempo, no todas las mujeres lo sufren de la misma manera: el mayor impacto recae sobre las mujeres pobres que, en muchos casos, viven en zonas rurales y dependen directamente de los recursos naturales de su entorno para poder sobrevivir.
Excluidas de las discusiones y las decisiones
En este contexto de vulnerabilidad, existe una gran paradoja: a pesar de ser quienes más sufren el impacto del cambio climático, las mujeres están subrepresentadas en muchos de los espacios en donde se discute cómo enfrentar este problema a nivel global. Según un artículo publicado en la revista de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, solo el 20% de quienes participaron en la elaboración del último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, según su sigla en inglés, la máxima autoridad científica a nivel global) eran mujeres. Una de las razones que encuentran las investigadoras que sí lo integran para explicar esta disparidad (el famoso techo de cristal) es que no es habitual que los gobiernos propongan a científicas para integrar el IPCC, un órgano cuyo integrante promedio es hombre, blanco, estadounidense y angloparlante.
A su vez, las negociaciones internacionales sobre cambio climático no han sido ajenas a otra de las situaciones que sufren las mujeres de manera cotidiana: el acoso. En un artículo difundido recientemente -en simultáneo con el hashtag #MeToo que sacudió a Hollywood-, una abogada con más de 30 años de experiencia en convenciones internacionales sobre clima denunció públicamente el acoso que sufrió por parte de varios hombres que cumplían funciones diplomáticas durante las cumbres que se realizaron durante los años 90.
Ser parte de la solución
Sin embargo, no todas son malas noticias. Las barreras que limitan el acceso de las mujeres a espacios de poder en ámbitos de discusión, planificación e implementación de proyectos para enfrentar el cambio climático -sumadas al impacto específico que el calentamiento global tiene en sus vidas- funcionan como impulso para demandar una mayor participación de las mujeres en lugares en decisión. Recientemente, en España, un colectivo integrado por académicas y activistas del sector de la energía alzó la voz para reclamar su lugar en la comisión que deberá redactar una ley nacional de cambio climático y un plan de acción para los próximos años. Motivos no les faltan: a mediados de 2017, el gobierno, la oposición y los sindicatos españoles se pusieron de acuerdo para elegir a 14 expertos para liderar ese trabajo. Es decir, crearon una comisión formada por 14 hombres y ninguna mujer.
En América Latina, la situación es similar: al igual que sucede en otros ámbitos de la vida política, aún falta lograr una mayor presencia de mujeres en los órganos de decisión vinculados con el cambio climático en los gobiernos locales y nacionales. Por ejemplo, si bien la cantidad de alcaldesas y jefas de gobiernos locales que participan de la iniciativa C40 –que reúne a ciudades comprometidas con la lucha contra el cambio climático- ha aumentado de 4 a 17 en los últimos años, aún falta mucho camino por recorrer.
Ya no quedan dudas: es indispensable promover la participación y el liderazgo de las mujeres en la conversación sobre clima. Así lo señaló Patricia Espinosa, secretaria ejecutiva de la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático (UNFCCC), en la apertura del encuentro Women4Climate (Mujeres por el clima) que se realizó en la Ciudad de México a fines de febrero, cuyo objetivo es capacitar y fortalecer a 500 mujeres jóvenes de la región para promover su inclusión en los espacios de acción climática local y regional: “Al empoderar a las mujeres y a las niñas, garantizaremos sus derechos y, a la vez, aumentaremos las posibilidades de alcanzar los objetivos climáticos y de desarrollo sostenible”.
Por más mujeres que lideren la acción contra el cambio climático
En Salud sin Daño, sabemos que la participación de las mujeres en los espacios de discusión sobre cambio climático es imprescindible para poder mitigar sus causas y adaptar a los sistemas de salud para estar preparados para sus impactos. Durante las más de dos décadas de vida de nuestra organización, hemos conocido y acompañado el trabajo de cientos de mujeres profesionales de la salud que lideran el trabajo ambiental en sus hospitales, con resultados escalables y efectos multiplicadores. Algunos de esos ejemplos están reflejados en el informe Hospitales que curan el planeta, que compila el trabajo de un grupo de instituciones de América Latina que forman parte de la Red Global de Hospitales Verdes y Saludables. Alcanza con ver el listado de las y los profesionales que fueron entrevistados para el informe –y que lideran sus equipos de trabajo- para comprender que las mujeres cumplen un rol fundamental en la transformación del sector salud desde dentro de las instituciones: de un total de 25 referentes, 11 son mujeres.
Al mismo tiempo, las mujeres fueron mayoría en la primera reunión de líderes del sector salud de América Latina que Salud sin Daño organizó en San Pablo (Brasil) en octubre de 2017, con el objetivo de discutir estrategias que permitan fortalecer la acción frente al cambio climático, en el marco de la III Conferencia Latinoamericana de la Red Global.
En este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, renovamos nuestro compromiso para seguir construyendo espacios que promuevan la participación de las mujeres en la toma de decisiones vinculadas con la salud y el cambio climático. Porque sabemos que las mujeres son agentes de cambio indispensables para que el sector salud pueda, tal como nos proponemos en nuestra misión, liderar el movimiento global para la salud y la justicia ambientales.
Escrito por Carolina Gil Posse - Salud sin Daño América Latina