El Mercurio, Chile | 20 de diciembre de 2010
Casi una veintena de centros de salud públicos comenzaron un plan para abandonar el uso de instrumental con mercurio debido a la alta toxicidad de este metal pesado.
Pese a que se cuentan entre los dispositivos más habituales en botiquines, hospitales y farmacias, los termómetros están lejos de ser un aliado para la salud. Cada vez que uno se rompe, libera al medio ambiente su contenido de mercurio, un metal pesado altamente tóxico, que tiene efectos perjudiciales a nivel renal, respiratorio e inmunitario.
Y cuando las escurridizas bolitas plateadas llegan al agua, se convierten en metilmercurio, compuesto que contamina animales y peces y entra a la cadena alimentaria. En las madres en gestación, niveles altos traspasan la placenta y pueden causar daño neurológio al feto. En los lactantes su exposición puede reducir el coeficiente intelectual y causar un retardo en el desarrollo mental y motor.
La era digital
"Un termómetro se convertirá inevitablemente en una fuente de residuos de mercurio. Por eso, la única forma de evitar sus riesgos es dejar de comprarlos", sostiene la doctora Lucía Molina, representante en Chile de Salud sin Daño, organismo internacional que junto a la OMS lidera una iniciativa mundial que busca eliminar los termómetros y tensiómetros (aparatos para medir la presión arterial) a base de mercurio y sustituirlos por alternativas no contaminantes, como los dispositivos digitales.
Desde hace dos años esta organización trabaja junto al Ministerio de Salud promoviendo la erradicación de este metal pesado en los servicios públicos de salud de todo el país, proyecto que se inserta en un plan de gestión de riesgos que lleva a cabo el ministerio del Medio Ambiente.
"Actualmente 16 hospitales de siete regiones del país participan voluntariamente en el Programa Hospitales Libres de Mercurio", dice Pablo Durán, encargado de este plan, que se ejecuta desde la Subsecretaría de Redes Asistenciales del Minsal.
El proceso es gradual. La primera etapa busca que el personal de salud tome conciencia de los riesgos que tiene este metal pesado, que definan formas seguras de disposición de sus residuos y que comiencen a reemplazar el instrumental de forma gradual o inmediata dependiendo del tamaño del hospital. En Chile hay alrededor de 360 centros de salud que en promedio compran mil a 2 mil termómetros al año.
Aunque el reemplazo requiere una inversión, estudios muestran que hacerlo es costo-efectivo. "Para un hospital un termómetro de mercurio vale $300 o $400, pero se rompe cada 2 o 3 meses. Uno digital vale $.1500, pero su vida útil es mucho mayor", ejemplifica Durán.
La doctora Molina destaca que por ahora, sólo el hospital de La Ligua está totalmente libre de termómetros de mercurio. Una normativa como la establecida en la Unión Europea podría acelerar las cosas.
"Se está trabajando para generar documentos vinculantes que impliquen tomar definiciones más taxativas. Suscribir un compromiso permitiría generar políticas de comunicación a la comunidad e invitar al sector privado a sumarse, lo que ya está ocurriendo en algunas clínicas", concluye Durán.
En los países de la Unión Europea la venta y fabricación de termómetros de mercurio está prohibida desde abril de 2009.