Buenos Aires (12 de mayo de 2010) — Reproducimos la columna publicada en el diario Clarín de Argentina por Verónica Odriozola, coordinadora regional de Salud sin Daño para América Latina.
Inundaciones, lluvias extremas, sequías y otros fenómenos naturales como el derretimiento de los glaciares son emergentes de un clima que está afectando cada vez más nuestras vidas. No es difícil predecir entonces el cambio en el perfil de enfermedades que ocurrirá especialmente en los países que padecen más intensamente estas alteraciones en el clima. Según la OMS, un clima más caluroso y variable puede incrementar los niveles de algunos contaminantes del aire, aumentar la transmisión de enfermedades derivadas de la falta de agua segura y poner en riesgo la producción agrícola en países menos desarrollados.
Muchas de las enfermedades importantes transmitidas por vectores, como el paludismo, el cólera y el dengue, son muy sensibles a los cambios de temperatura y lluvias. La falta de agua segura traerá aparejado un incremento de diarreas, afectando mayormente a las poblaciones más vulnerables, como son los niños y los ancianos. El cambio climático está contribuyendo a la carga mundial de enfermedades y se prevé que su contribución será aún mayor en el futuro.
A pesar de todas las alertas, el sector de cuidado de la salud se encuentra poco preparado para estas consecuencias. Hasta ahora, apenas ha logrado salir detrás, lamentablemente, del avance de la frontera del dengue, por ejemplo. Nuestros hospitales y establecimientos de salud no están "adaptados" a las consecuencias que está trayendo y traerá el cambio climático. Y esto debe revertirse pronto para reducir los efectos que los acontecimientos climáticos tengan sobre la salud de la población.
Más aún, el sector salud tiene un papel clave en "mitigar" estas calamitosas consecuencias, exigiendo medidas concretas en las negociaciones sobre clima a nivel global, pero también reduciendo su propia "huella climática". Es tiempo de sumar fuerzas a un liderazgo moral y palpable en la exigencia a los gobiernos, para que tomen las decisiones adecuadas, y de prepararse mejor frente al aumento de enfermedades, cambiando las propias prácticas para reducir su contribución al deterioro del clima.